La lengua de los políticos

La política gallega, y muy señaladamente la lucense, está plagada de protagonistas a los que podría aplicarse el dicterio que, según Miguel Plantón, dedicó Enrique Tierno Galván, en sus años de alcalde, a su compañero de partido Luis Solana y que tiene que ver con las dos ediciones de un mismo premio, del que se hablará más adelante, que recibió este Solana. Tierno, del que Umbral dijo que «vestido de antigualla se imponía como un extremo de modernidad», tenía la lengua afilada, de un filo irónico, mordaz, inteligente. Nada que ver con la ramplonería de tantos que hoy mandan, poco o mucho, en el desbarajustado partido que es el PSOE, ese del que Guerra dice que es «otro» y en el que no se reconoce. En Lugo, se sabe muy bien de qué hablaba Tierno.

Aquí, y no solo aquí, se ha escuchado, a socialistas con cargo, defender la, vista desde Galicia, impresentable propuesta de presupuestos generales del Estado; bien es verdad que fue una defensa tibia, como obligada y para no caer en desgracia. Pero defensa. Y en los demás partidos tal defensa solo mereció grises, pesadas, rutinarias e insoportables declaraciones de crítica. Pero, con tanto título universitario, másteres y viajes, ¿el inmenso ejército de políticos y políticas que pagamos es incapaz, al menos, de ofrecer declaraciones que no ofendan la inteligencia de los ciudadanos y ayuden a mejorar la credibilidad de quienes se dedican a la cosa pública? Pues parece que sí; son incapaces.

   El cronista, atónito, como algún otro colega, ante una indescifrable respuesta dada desde la presidencia de una corporación de Lugo, en relación con una reunión aún inacabada, aventuró en voz alta la hipótesis de que, quien hablaba, estuviese ensayando una pieza de literatura del absurdo. Pero no, no lo era. Piezas así van dejando también otros socialistas que, afectados por el generalizado mal de hablar sin decir nada, hablan y hablan, en un retuiteo constante de las mismas obviedades. Cabe suponer, sin mayor riesgo de error, que lo de Tierno les queda a los socialistas de hoy en la Prehistoria y Orozco, autor de muy notables discursos improvisados, aún les parece un peligro. Es solo un suponer, vaya.

  La izquierda, en otro tiempo curtida en mil debates, va de mal en peor en Lugo. Lugonovo, esa marea tan mareada ya, pasó del discurso culto y bien trabado de su portavoz inicial a la ramplonería que recogen cada día los medios de comunicación. Quedan apenas un par de grupos en los que sus portavoces son capaces de hilar declaraciones con carga ideológica y frecuente acierto discursivo.

   En la derecha, el estado de la cuestión no es mejor. Circula en las redes sociales estos días un breve vídeo de la intervención de un notable popular lucense en el congreso nacional de su partido. Cierto sentido de lo caritativo, exige resumir lo visto con un «sin palabras». Y en Ciudadanos, bueno, en Ciudadanos, la cosa no va nada bien. Hay que decir que algo ha mejorado, pero lentamente. Quizá llegue al progresa adecuadamente.

   En su día, fue sonada la concesión a Luis Solana (entonces jefazo máximo de Telefónica), por la tertulia de periodistas de la madrileña Taberna del Alabardero del premio al «Tonto español contemporáneo». No lo recogió. Años más tarde, como relató Miguel Plantón en su libro ¡Qué políticos tan divertidos!, le cayó otra vez este premio, que, en esa edición, tenía por destinatario a quien sucediese a Pilar Miró en la presidencia de RTVE; y el elegido para el cargo fue… Luis Solana. Ya ven: la historia, con carguitos menores, podría repetirse en Galicia edición tras edición de un premio así. Y en Lugo, más. ¿O no?