Pedro Sánchez habla de su libro
Lugo, 23 de febrero 2019
Enrique G. Souto
El socialista Pedro Sánchez decidió que para él es mejor que las elecciones generales se celebren en abril, a un mes de las locales, autonómicas y europeas, y nada contó más que su deseo. Poco importa que sufra el erario español; poco, la tensión extrema a la que se someten los partidos, y poco también cuánto agrave la doble cita la tensión social. Nada importa; solo Pedro Sánchez, ese tipo duro, resistente, que encargó a una dama la escritura de un relato que ahora se distribuye: Manual de resistencia. Y, mientras hace campaña, publicita su libro. «Yo he venido aquí a hablar de mi libro», dijo Umbral a Mercedes Milá, allá por marzo de 1993, en un programa de televisión en el que el tema a debate no era ese. Sánchez también ha venido a hablar de su libro, de su manual, a enseñarnos cómo solo él y nadie más que él es capaz de sacarnos de los atolladeros en los que nos metió.
Sánchez, como otros protagonistas de la política, hace mucho para que aumente cada día el número de españoles que, aunque solo sea hablar por hablar a la hora del aperitivo, dicen: «Si sale elegido fulano, me voy de España». El comunista Santiago Carrillo, anunció, con ocasión de las elecciones europeas de 1989, que si salía elegido diputado Ruiz-Mateos, él se quedaría en Estrasburgo y no regresaría. El empresario salió elegido y tuvo la humorada de remitir un telegrama a Carrillo: «Rogamos haga buenas sus palabras de irse de España, aunque nosotros nos contentaremos con que abandone la política española». Carrillo, como buen político, no cumplió su compromiso.
En cuanto a la falta de seriedad en el cumplimiento de las promesas en campaña electoral, los españoles hemos aprendido mucho desde entonces. Por eso, no son especialmente preocupantes algunas de las tonterías mayúsculas que se escucha decir desde todos los partidos. Tonterías que tensan las relaciones entre los partidos, entre los políticos y, lo que es más grave, entre los ciudadanos. Tanto es así que algunos analistas hablan ya de riesgo de enfrentamiento civil; tanto es así que un grupúsculo organizado en forma de plataforma se atreve a pedir a un hotel de Lugo que no permita que en él se celebre un acto de Vox. Por no hablar de lo que ocurre en Cataluña. Luis Garicano, en El contraataque liberal, avisa: «No es difícil escuchar ecos de los años 30 en el lenguaje deshumanizador de los nacionalistas, lenguaje cuyo uso, hace una década hubiera condenado al usuario al ostracismo político». Es fácil entender por qué tantos intentan condenar la Transición. «Lo peor –escribe Jordi Gracia- está en pervertir premeditadamente la realidad de lo que fue el cambio social más potente, sustancial y duradero que ha vivido España en toda su historia».
Pedro Sánchez, firmante de Manual de Resistencia, está en campaña, en su campaña para sí mismo; hace campaña desde el Gobierno, para susto y sobresalto de las mejores cabezas de su partido. Su meta es abril. Él, como Umbral, ha venido a hablar de su libro. Y eso hace. Lo demás, qué importa. ¿O no?