Especialistas en urbanismo, sacad vuestras manos de la ciudad

«No hay ninguna lógica que pueda ser impuesta a la ciudad; la gente la hace, y es a ella, no a los edificios, a la que hay que adaptar nuestros planes». El aviso de Jane Jacobs (1906-2006), periodista y urbanista autodidacta, autor de Muerte y vida de las grandes ciudades, tiene especial vigencia en Lugo ahora que, fracasado el Plan Xeral de Ordenación Municipal de 2011, se hace necesario que el próximo gobierno local haga algo con el planeamiento urbanístico. Si el PXOM que pilotó Orozco es más que cuestionable, la gestión del gobierno de Lara Méndez en materia de urbanismo solo puede calificarse de inexistente y, en el peor de los casos, cuando algún amago hubo, de catastrófico; el 5% del PXOM sigue pendiente. De la revisión del plan especial del casco histórico, ni se habló en los cuatro últimos años.

  Como hito en el urbanismo lucense, en este mandato municipal que acaba, se planteó, con el éxito conocido (ninguno), la instalación de una cubierta en Quiroga Ballesteros, entre las dos plazas de abastos, más o menos. Algún milagro administrativo, alguna proverbial conjunción astral, evitó, al menos momentáneamente, el desaguisado. El casco histórico de Lugo sigue tan falto de habitantes como lo estuvo durante muchos años. La lamentable persistencia de sucesivos gobiernos locales en convertir el centro amurallado en lo que es hoy ha dado esos frutos. Tanta política de cogérsela con papel de fumar, mantiene a los pocos residentes sin posibilidades de disfrutar de instalaciones deportivas públicas, mientras sigue cerrado el viejo y ruinoso pabellón de la OJE; la falta de un colegio público en debidas condiciones, es otra carencia notable. El acceso a los garajes, donde los hay, a través de calles peatonales, es otro inconveniente muy relevante. Y así y más.

     La siempre sobreabundante legislación española tropieza y se enreda en el casco histórico de Lugo. Presten atención en su paseos por A Tinería y comprueben cómo se han compaginado las normas sobre conservación del carácter de las edificaciones y las de accesibilidad. En alguno de los bien rehabilitados edificios, la coyunda de tales disposiciones acabó en gatillazo. Conselleiro  hubo al que el entonces alcalde, López Orozco, tuvo que sacar del atolladero cuando un periodista con mala leche preguntó dónde habían ido a parar en un determinado edificio las disposiciones de accesibilidad. Orozco habló sin decir nada, de tal modo que dejó claro el despropósito; el periodista, evidenciada la chapuza, se dio por satisfecho; el conselleiro abrevió y salió tan rápido como pudo de A Tinería. Por si caía otra pregunta, supuso el periodista.     Jacobs también dijo algo acerca de la seguridad en las rúas que resulta aplicable al casco amurallado de Lugo: «Una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura (…)». Pues eso: que la ciudad hay que adaptarla a la gente, no a los edificios. O eso, o un casco histórico sin residentes. ¿O no?