Los mismos problemas en los mismos callejones sin salida

Lugo, 4 de mayo de 2019

Enrique G. Souto

Adolfo Suárez, el hombre que pilotó la Transición española, dijo en el discurso de cierre de campaña de las elecciones generales de 1977: «Puedo, en fin, prometer, y prometo, que el logro de una España para todos no se pondrá en peligro por las ambiciones de algunos y los privilegios de unos cuantos». Superadas las elecciones generales del 28-A, a la vista de los resultados, cabe preguntarse: ¿Cuántos españoles eligieron su papeleta tratando de conjurar precisamente el riesgo de que las ambiciones de algunos y los privilegios de unos cuantos den al traste con la España para todos en la que, como nación, hemos trabajado con gran esfuerzo durante 40 años? Sí, porque la España de hoy la hemos construido con tesón, esfuerzo, algunas veces con entusiasmo y no pocas apretando los dientes para contener la rabia y el dolor por la sangre derramada. Las ambiciones de unos cuantos, por más que sean esos cuantos, no pueden poner en peligro la España de todos. Por eso, conocidos los resultados, hechas las sumas y las restas, a unos y a otros en el arco de los partidos constitucionalistas les toca demostrar que, realmente, es la nación lo que les preocupa y no solo sus intereses partidistas y personalistas.

  En democracia, rechazar por adelantado la posibilidad de pactos, de acuerdos entre las fuerzas políticas que con más claridad representan el sentir nacional es un imperdonable ejercicio de irresponsabilidad. Y es también una forma de deslealtad para con la inmensa mayoría de los ciudadanos, cuyo único objetivo, cuyo deseo más profundo, es conseguir una nación más justa, más libre, más solidaria, más potente económicamente y con un papel creciente en el plano internacional. Solo con acuerdos amplios entre las grandes fuerzas políticas del país será posible abordar con garantías de futuro pactos en asuntos como la legislación laboral, la educación, las pensiones, la sanidad y todo ese largo etcétera que todos sabemos. Que todos sabemos, sí, y que a casi todos preocupa y a no pocos aterra. Sin esa voluntad de acuerdo, no habrá posibilidad, por citar un caso, de actualizar con éxito el Pacto de Toledo. Y a nadie se le escapa que de él depende el futuro del sistema de seguridad social.

   Ya pasó el 28-A. Ya se terminó ese período especial que es la campaña electoral. El francés Albert Camus escribió en el número de febrero de 1947 de Combat: «Acabadas las vacaciones el Parlamento volverá a sus tareas. Se volverá a los mismos arreglos, regateos y triquiñuelas. Los mismos problemas que nos fastidian desde hace años serán llevados a los mismos callejones sin salida. Y cada vez que una voz libre trate de decir, sin pretensión, lo que de ellos piensa, un ejército de perros guardianes de todo pelaje y color ladrarán furiosamente para ahogar su eco». Ojalá no sea así en el nuevo período legislativo en España; ojalá no vuelva a ser como fue en estos últimos años. Pero, visto lo visto el 28-A, mucho me temo que de nuevo Camus, hablando de la Francia de 1947, esté describiendo el Congreso español de 2019. Está por ver. Aún queda la esperanza. Porque… Nos queda la esperanza, ¿o no?