¿Abrirá Lara Méndez al BNG el camino hacia la alcaldía?

Lugo, 1 de junio de 2019

Enrique G. Souto

El intelectual francés Antoine D.E. Thiaudière (1837- 1930) dejó dicho que «la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular». A estas alturas, son muy pocos los ciudadanos que lo dudan. Y quizá es necesario que sea como dijo Thiaudière, para que no deje de haber voluntarios que compitan, hasta despellejarse entre ellos, para gestionar los dineros de todos. Echen un ojo a lo que ha venido ocurriendo, y ocurre, en la política local y provincial, señaladamente en Lugo, y comprobarán cuánta vigencia tiene la afirmación del ensayista galo antes citado.  

    En Lugo, tras las elecciones locales, asistiremos de nuevo al espectáculo, ya conocido, de los pactos PSOE-BNG. Es fácil intuir cómo se desarrollarán las conversaciones y caben pocas dudas acerca de su conclusión. El BNG ha demostrado ser una eficaz muleta de los socialistas; sus concejales y diputados provinciales son la gente de brega que precisan los ediles del PSOE para hacer el trabajo que ellos son incapaces de hacer con acierto. Que compartir gobierno con el PSOE ha venido acabando en desastre para el Bloque lo dice quien esto firma, sí, pero lo dicen las hemerotecas y lo confirma la experiencia personal de los ciudadanos con alguna veteranía biológica. Véase el triste resultado que para el Bloque tuvo ser la parte eficaz del gobierno de López Orozco entre 1999 y 2003.

El BNG, consciente de cómo son las cosas, parece que solo en Lugo está dispuesto a entrar en el gobierno local. ¿Por qué? ¿Porque tiene cinco concejales, solo tres menos que el PSOE? Puede. Pero el cronista cree que la razón de base es otra. Los nacionalistas saben que la socialista Lara Méndez ha reducido el Concello a cenizas y que les espera un trabajo inmenso. Pero también saben que Lara Méndez difícilmente estará a la altura de la presión a la que la van a someter como socios de gobierno. El Bloque, a diferencia del PSOE (su única ideología es la ocupación de poder), tiene bodega ideológica, verdadera estructura de partido y estrategias trazadas con el aval de una curtida organización comunista; y tiene militantes, incluidos sus concejales, disciplinados, motivados y trabajadores. A Lara Méndez se le avecinan días muy, muy incómodos en ese potro de tortura que para ella es la alcaldía. Sus ganas de salir corriendo, solo frenadas por un elemental principio laboral, no van a dejar de aumentar en los próximos meses. El Bloque lo sabe; los nacionalistas saben que esta vez, con trabajo y organización, cuando acabe el mandato, y salvo graves incidencias no previsibles en estos días, tendrá la alcaldía a su alcance, al alcance de Rubén Arroxo.

   Los lucenses, con sus votos, han puesto a un socio de Bildu, partido heredero de la ilegalizada (ya saben por qué) Batasuna, en la pista que conduce a la alcaldía de Lugo. Dicen, sin que quien esto escribe lo comparta, que el pueblo nunca se equivoca cuando vota. Es deseable que, mirando hacia el futuro, no se haya equivocado. En la política local está en juego mucho más que la decisión entre hacer unas obras u otras, entre promocionar unas fiestas u otras. Lo nacional se decide también desde lo local. Y en España, el nacionalismo independentista como el que representan los socios del Bloque en las europeas (Bildu y ERC), es uno de los más graves problemas del país. Menos mal que, a fin de cuentas, también en el nacionalismo «la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular». Y eso, antes o después, lo descubren los ciudadanos. Incluso acaban por ver que bajo alguna piel de cordero se esconde el lobo del independentismo. Aunque hoy, en Lugo, tenga aspecto de lobito amistoso.  ¿O no?