Pedro Sánchez, de vacaciones: Voilà les trabailleurs!
Lugo, 10 de agosto de 2019
Enrique G. Souto
El socialista Pedro Sánchez se va de vacaciones y deja a España viviendo entre paréntesis mientras liga bronce y relaja la mandíbula, quizá dolorida de tanto apretarla. Sánchez se tumba al sol y más allá de los Pirineos se escucha el Voilà les trabailleurs! con el que un tal Herriot se descojonaba de los representantes españoles que llegaban tarde a votar en la Sociedad de Naciones. España tiene un gobierno en prórroga, un presidente interino al que preocupan más las vacaciones que resolver de una vez la cuestión de la gobernanza del país. No puede ser de otro modo, porque, en tales circunstancias, el progresismo inane que es el socialismo se va de vacaciones después de difundir la idea de que espera un futuro con maná abundante a aquellos que le ayuden a meter en cintura a Pablo Iglesias. Y, por si falla la salva de pólvora, Sánchez va dejando claro que nada le importa volver a las urnas, porque el CIS le dice que le esperan unos resultados muy tentadores. España vive entre paréntesis y el resto de Europa mira con asombro su capacidad para hacerse daño a sí misma.
En el chiringuito playero alguien exclama: «¡Qué tío!». Y es que en la pantalla del televisor silenciado está Pedro Sánchez saludando al Rey, al que ha hecho esperar casi una hora. Sí, ¡qué tío!, que ha tenido la desfachatez de someter al Jefe del Estado a un plantón de casi una hora. Ese mismo Sánchez se va de vacaciones y deja a España en suspenso y a Pablo Iglesias macerándose en su insufrible deseo ser ministro aunque sea por vía marital. Sufre, sufre mucho, porque ya le ha dicho el socialista que de eso nada, que, como mucho, gobierno progresista, que es tanto como decir, según aclara José Luis Barreiro, para «repartir dinero a espuertas, no solo entre los necesitados sino también entre los okupas, ninis, fracasados de diversa especie, raperos, adictos, (…)». Ese es el modelo de gobierno que ofrece Sánchez a cambio de evitar unas elecciones en las que, está convencido, Pablo Iglesias enterrará definitivamente su liderazgo.
Es comprensible el temor del nuevo rico a que las urnas le quiten lo que con tanto esfuerzo ha conseguido, casoplón incluido. Pero no lo es tanto desde el punto de vista del españolito de a pie, al que las urnas le darían la oportunidad de enmendar los errores cometidos, castigar a los soplagaitas de la política y poner a cada uno en su sitio. Tampoco parece razonable le preocupación expresada en algunos otros ámbitos ante la posibilidad de unas nuevas elecciones. ¿Acaso perjudicarán más al país unas semanas electorales que el despipote que ha sido todo el supuesto proceso negociador? ¿Acaso unos nuevos comicios pueden dañar más la imagen del país que Sánchez al sol, mientras todo funciona por pura inercia y los ministros y ministras en funciones hacen campaña país adelante?
Con Sánchez de vacaciones y España entre paréntesis, el ciudadano español se siente como debía de sentirse el veterinario que, según Sánchez-Albornoz, lo mismo atendía al marqués que a sus mulas y cada vez que lo llamaban se veía en la necesidad de preguntar: «¿Quién me precisa, el marqués o sus mulas?». Sí, porque, al final, con elecciones o sin ellas, serán los currantes los llamados a pagar la factura mediante sus sudados impuestos. No serán, no, «los okupas, ninis, fracasados de diversa especie, raperos, adictos, (…)». O sea, que lo mismo le darán al ciudadano medio español el marqués que sus mulas. Voilà les trabailleurs!