Política e irresponsabilidad social
Lugo, 13 de julio de 2019
Enrique G. Souto
En algunas recopilaciones de anécdotas históricas se recoge con frecuencia la que, al parecer, protagonizaron en Biarritz la emperatriz Eugenia y Adelardo López (dramaturgo, académico y varias veces ministro) en el transcurso de una reunión nada oficial. El español citado hizo un comentario sibilino sobre cuestiones amorosas, que movió a la emperatriz a preguntar: «Pero, Adelardo, ¿tú también?». El interpelado, con el tenedor a medio camino entre el plato y la boca, respondió: «Señora, por no singularizarme». Adelardo López anticipó, sin saberlo, lo que constituiría andando el tiempo, hoy, la esencia de la estrategia de todo político español que se precie: inmersos en un ambiente de estupidez generalizada, por no singularizarse son capaces de alcanzar cotas de irresponsabilidad social como no se conocían desde antes de la injustamente denostada transición. La inteligencia huye a la carrera de allí de donde ponen sus posaderas la mayor parte de los políticos que cobran del erario.
Los españoles asisten atónitos al interminable culebrón de las negociaciones abiertas por Pedro Sánchez, si de tal modo pueden llamarse, para tratar de conseguir un acuerdo con otras fuerzas políticas para que, por activa o por pasiva, le permitan superar el trámite de investidura como presidente del Gobierno. Sánchez, cual emperatriz en Biarritz, hace y deshace como mejor le parece y luego pregunta con cara de haba a sus interpelados: «¿Tú también?». Ni Sánchez ni los demás líderes políticos nacionales escuchan al ciudadano de a pie; a ninguno le importa un comino qué piensan los maltratados contribuyentes españoles. Porque si les importase, si de verdad les interesase, escucharían una y otra vez los mismos mensajes, cada día más críticos, cada semana más subidos de tono. Y no es para menos: los electores expresaron con claridad su voluntad en las urnas y los jefes de los partidos se empeñan en no atenderla y se mofan cada día de quien paga sus sueldos.
En los partidos políticos, en general, hay un reciente distanciamiento entre el interés de sus líderes, en todos los ámbitos, y las preocupaciones de los ciudadanos. Pasando de la nacional a lo local, solo así se explica que la pugna entre los dos candidatos a dirigir el PSdeG-PSOE en la provincia de Lugo constituya, al menos hasta ahora, un verdadero insulto a la inteligencia de los militantes socialistas en particular, y de los simpatizantes en general. José María Arias acusa de Patricia Otero de estar «teledirixida», y obtiene como réplica una acusación de «machista». Algunos medios recogen el rifirrafe. Lo más sorprendente es que, al menos el cronista no lo ha visto, ninguno medio se interesa por conocer qué diferencia el proyecto de partido que representa Arias del que encabeza Otero. Y, claro, los protagonistas son los menos interesados en exponer algo de lo que probablemente no tienen ni idea.
El modelo democrático tiene a los partidos como pilares fundamentales. Si los ciudadanos dejan de confiar en ellos y, como avisa Fernando Salgado, el no constituido Partido Antipolítico avanza, la democracia vivirá momentos muy difíciles. Todos los líderes políticos son conscientes de que es así, pero no parece importarles mayormente. Todos parecen acogidos a la misma estrategia que Adelardo López ante la emperatriz Eugenia: «Por no singularizarme». Y así la estupidez se impone y la irresponsabilidad social conduce al país por la senda que lleva al abismo. Cada día está más cerca. ¿O no?