Aviso frente a los riesgos del amuermamiento ciudadano

Lugo, 21 de septiembre de 2019

Enrique G. Souto

La patria, escribió Gustave Flaubert, «posiblemente, es como la familia, sólo sentimos su valor cuando la perdemos». La historia demuestra que la patria, como la familia, se pierde poco a poco y sin saber muy bien por qué ni cuándo. Hay momentos en los que conviene parar un poco y pensar dónde estamos, a dónde hemos llegado y hacia dónde vamos. El esperpéntico proceso posterior a los pasados comicios generales debe mover a la reflexión a los españoles ante una próxima convocatoria electoral. Tiene que ser una reflexión serena y profunda, porque de lo que salga de las urnas dependerá el camino que siga la patria, que es, según la RAE, la «tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos». El futuro de la nación/patria está en juego. A la vista de la experiencia, es, más que nunca, una exigencia cívica sopesar con cuidado las opciones electorales. Hay que decidir con prudencia a la hora de coger la papeleta y hacerlo pensando en el futuro que queremos más que en castigar a quienes fueron los verdaderos culpables del desaguisado político posterior a las pasadas elecciones generales.

    Ante la seriedad de las decisiones electorales que deben tomar los ciudadanos españoles no cabe la disculpa del muermo, real y gigantesco, provocado por una pandilla de políticos adultescentes, narcisos en busca aún de su propia personalidad. Hay que echarle valor para no amuermarse como ciudadano. Amuermarse, cabe aclarar tomando como referencia a Umbral, «es aburrirse, pero no de un aburrimiento cualquiera, sino del aburrimiento dentro del contexto». Vaya, que el hartazgo provocado por los disparates de los políticos no debe sumir al elector español en el desinterés ni en el todos son iguales. Para no dejar que echen a perder la patria, es necesario salir del amuermamiento, votar con sentido y sin olvidar que el juego bipartidista hizo de España, tras la transición, el envidiable país que, pese a todo, aún es. Las recientes aventuras electorales, las alegrías a la hora de acudir a las urnas, le han salido caras al país; en realidad, le han salido caras a cada ciudadano español. La lección ha sido dura, pero habrá valido la pena si sirve para normalizar el elenco de actores y siglas sobre el escenario político español.

    Vienen días difíciles en España. Por un lado, por el riesgo de una nueva recesión económica, con todo lo que supone. Por otro, por la inestabilidad que puede generar la próxima sentencia a los golpistas catalanes. Lo que menos necesitará España, lo que menos falta le hará a la patria, es una situación parecida a la vivida en los últimos meses. De ella hay muchos responsables, pero dos son los principales: Pedro Sánchez y el partido que dirige y lo soporta, el PSOE. Ahora que la silueta de las urnas se perfila ya con nitidez en el horizonte, cabe recordar que también con las decisiones que afectan a la patria tiene vigencia el consejo del gran Flaubert: «No le des al mundo armas contra ti, porque las utilizará».