Pedro Sánchez o cómo traer la historia al presente
Enrique G. Souto
Lugo, 15 de diciembre de 2019
El gran presidente de Estados Unidos que fue Franklin D. Roosevelt tenía totalmente claro que, «en política, nada sucede por accidente; si sucede, se puede apostar que fue planeado de esa manera». Por eso, observando las idas y venidas de ese socialista con alma de chamarilero que es Pedro Sánchez, no cabe la esperanza de que tanto disparate, tanto jugar con la Constitución y con España sea fruto de errores, déficit de capacidad y ausencia de un mínimo sentido de la propia responsabilidad ante el país. Está claro que en todo lo que protagoniza Sánchez nada sucede por accidente. Hay que reconocerle al hombre de mandíbula dura que se sienta en la presidencia del Gobierno que ha sabido calar bien el momento que vive el país; solo así se explica que pueda hacer lo que hace.
Pedro Sánchez no hubiese llegado a la presidencia del Gobierno si en España no estuviese generalizado un estado de ánimo, un modo de estar en el día a día, que en cualquier otro momento del pasado habría llevado a muchos al loquero y a la camisa de fuerza. Para entendernos, un par de ejemplos del entorno inmediato del cronista. En Chantada, según recogieron los periodistas, se reunieron cien personas para recordar a la perra Alma, a la que un amo sin alma mató de mala manera. Casi al mismo tiempo, en la capital se concentraban poco más de 500 personas para exigir medidas al Gobierno para salvar a la empresa Alcoa, que genera trabajo para unas 2.000 personas y representa el 30% del PIB de la provincia lucense. Los datos hablan por sí solos. Pero hay más; entre los que reclamaban al Gobierno (PSOE), ante el edificio de la Subdelegación del Gobierno, medidas para abaratar el precio de la energía eléctrica que precisa Alcoa estaban los más notables socialistas lucenses. El PSOE, por tanto, convertido en gobierno y oposición. Algunos recuerdan aquellos días en los que el Movimiento, aquella dictadura autodenominada «democracia orgánica», intentaba engañar al mundo jugando a hacerse oposición a sí misma.
La muerte de la perra Alma ha activado, como no podía ser de otro modo, los mecanismos judiciales. Por el contrario, decenas de informaciones sobre el pago por el Ayuntamiento de Lugo de facturas con reparo de legalidad del interventor municipal, a empresas que prestan servicios sin contrato en vigor con el Concello, no suscitan el interés de oficio ni de jueces ni de fiscales; son millones de euros de dinero público que han sido abonados, en algún caso durante casi una década, con informe de reparo por los funcionarios (distintos interventores), levantado por decisión de la alcaldía. Díganme si este estado de cosas no explica que Pedro Sánchez pueda negociar su investidura con aquellos que, como independentistas confesos, explícitamente reconocen que quieren romper España, que han trabajado y trabajan para eso; en síntesis, trabajan para vulnerar el ordenamiento constitucional español. Está claro que solo un país en el que la muerte de una perra reúne a 100 personas y el riesgo de cierre de una de las principales industrias de Galicia, solo a unos centenares, es un país en el que las cosas no van bien. Un país en el que gastar millones de euros públicos con reparo de legalidad levantado por la autoridad política solo se considera una «irregularidad» administrativa, es un lugar en el que hay algo que no va bien. Y así, suma y sigue. Pedro Sánchez ha comprendido que todo es posible en España; terco y resistente como es, ha decidido aprovecharlo en su propio interés. Quizá tenga éxito. Y entonces habrá que recordar de nuevo a Roosevelt, porque, con notable acierto, afirmó que «lleva mucho tiempo traer el pasado al presente». Pero, cuando se trae, las consecuencias suelen ser muy desagradables; está claro que Pedro Sánchez no teme traer la historia al presente. Esta jugando con fuego y lo sabe, porque, «en política, nada sucede por accidente». Por eso es tan grave lo que hace.