Y Suárez dijo: “Busquen siempre las cosas que les unen y dialoguen con serenidad”
Lugo, 23 de febrero de 2020
Enrique G. Souto
Cuando en España empezaba a amanecer la democracia, uno de los hombres que más hizo por consolidarla, Adolfo Suárez, dijo en ocasión memorable: «Agradeceré busquen siempre las cosas que les unen y dialoguen con serenidad y espíritu de justicia sobre aquellas que les separan». Hoy, cuarenta años después, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta y candidato a repetir, por cuarta vez, en el cargo, se ve obligado a apelar al entendimiento y a avisar contra los que buscan la ruptura social. Después de tan intensos años, volvemos, según parece, a la casilla de salida, pero esta vez, a diferencia de entonces, sin el ánimo conciliador de un tiempo en el que todo parecía posible.
De manera sorprendente, en la sociedad, en una parte muy relevante de la sociedad que se hace oír, se ha instalado un modo agresivo, muy agresivo, de enjuiciar al rival político, incluso a aquel que, sin relevancia pública alguna, expone sus opiniones en ese escaparate, con frecuencia muy sucio, que son las redes sociales. Puede que no resulten ejemplares, pero tampoco resultan especialmente perniciosos los exabruptos de los políticos en campaña; pero sí es más que preocupante la agresividad, que llega al insulto, en los rifirrafes entre ciudadanos, sin responsabilidades públicas, por diferencias políticas. El cronista sigue con perplejidad las afirmaciones desmesuradas que, bajo nombre propio o emboscado, disparan en la Red gentes a las que conoce y de las que nunca sospechó tal capacidad de ira, seguidismo partidario, insulto y descalificación frente al que no opina igual. La democracia, el concepto profundo de democracia, está en peligro y es preciso que los poderes públicos empiecen a preocuparse seriamente y a tomar medidas para tratar de corregir una deriva que, en un país con la historia de España, solo puede conducir al abismo.
Al irlandés G. Bernard Shaw, mordaz y certero, se atribuye esta definición: «La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos». Puede que realmente sea así. Visto lo ocurrido en España en las más recientes citas electorales, parece que Shaw no se equivocaba. En todo caso, mantener la democracia exige por parte de la gran mayoría de los ciudadanos el convencimiento de que es el menos malo de los sistemas posibles y el que permite los modos de vida más civilizados. Solo desde una generalizada voluntad de entendimiento, de diálogo y de búsqueda de lo que une a los diferentes es posible el éxito en el mantenimiento de la democracia. Y da la impresión de que tal voluntad retrocede con rapidez, al menos si se juzga por lo que se ve en el escaparate de las redes sociales. Sin duda, la tensión política generada por la fragmentación extrema del paisaje partidista estimula modos agresivos de una parte relevante de la ciudadanía en los debates de fondo político. Pero es evidente que hay algo más profundo que los impulsa. Aún hay tiempo para reconducir tales comportamientos. Si socialmente se sobrepasa el punto de no retorno, entonces de nada valdrán las apelaciones de políticos como Feijóo a buscar lo que une. Asistir impasibles a este espectáculo es lo mismo que hacerlo como mero observador ante un conato de pelea a la que se van sumando más participantes; si no se detiene a tiempo, hasta el observador saldrá perjudicado. Adolfo Suárez avisó en su momento de que quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro. Como no es de buena educación señalar, el cronista deja al lector que, con la vista fija en los últimos años, ponga nombre a quienes cree que es aplicable el aviso de Suárez. Es evidente que una parte del «precio muy caro» es el creciente desencuentro entre la sociedad española. Por eso se hace urgente recordar el llamamiento hecho a los españoles por el político de Cebreros a buscar las cosas que les unen y a dialogar «con serenidad y espíritu de justicia sobre aquellas que les separan». No hacerlo así conduce al precipicio.