De la crisis sanitaria y otras crisis que vendrán
Enrique G. Souto
Lugo, 15 de marzo de 2020
Hay momentos en la vida de las naciones en los que es especialmente necesario recordar a J. F. Kennedy: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti… Pregunta qué puedes hacer por tu país”. La crisis sanitaria provocada por el coronavirus es uno de esos momentos. A lo largo de la historia, los españoles han demostrado agallas y solidaridad sobradas para responder a los grandes desafíos a los que tuvieron que enfrentarse. Lo hicieron, lo hacen y lo harán de nuevo. Al igual que en otros momentos de la historia, no será el valor y el espíritu de sacrificio de los españoles lo que faltará en la crisis del coronavirus; pero hay riesgo de que, como en otros muchos momentos cruciales, flojee el liderazgo. El Gobierno está obligado a actuar con inteligencia, valor y entrega; está obligado a transmitir imagen de fiabilidad. Visto lo ocurrido en los últimos días, resulta especialmente preocupante la posibilidad de que el generoso pueblo español pueda verse enfrentado al riesgo que, en cualquier parte del mundo, son los gobiernos poco operativos.
Que los miembros del Gobierno español se sentasen en la más reciente reunión de Consejo de Ministros con ideas tan dispares acerca de cómo enfrentarse a la crisis como demostró la larguísima sesión, es causa de grave preocupación. Lo es tanto por lo que se refiere al modo de afrontar la cuestión sanitaria propiamente dicha como por lo que tiene que ver con el modo de operar ante lo que esta ya ha destrozado y destrozará en la economía. Y es motivo de preocupación, de grave preocupación, la actitud desleal de los gobiernos vasco y catalán, siempre más preocupados por la cuestión competencial que por el interés general del país.
El coronavirus dejará detrás de sí en este su primer paseo por España un rastro muy profundo en la economía. Y como siempre serán los trabajadores, los más débiles, los que cargarán con las consecuencias más duras y desagradables. Si la pasada crisis económica supuso un cambio de sistema dentro del sistema, está cantado que la que se avecina hará aún más profundos los cambios ya iniciados. Y no serán beneficiosos para los trabajadores, para aquellos que se encuentran en situación de mayor debilidad. Las casualidades existen, sí, pero cuando la casualidad juega siempre a favor de los mismos, es comprensible que se dispare el número de ciudadanos que sospecha de tanta casualidad. Frente a una crisis que se sabía que, con más o menos intensidad, llegaría a España, el Gobierno no dio ni un solo paso hasta que le cayó encima como una inmensa losa. Cuando se movió y declaró el estado de emergencia, lo hizo sin disponer al mismo tiempo de un plan económico meditado y riguroso para hacer frente a lo que está por llegar. Ni plan, ni unidad de criterios para diseñarlo, como quedó claro en la más reciente reunión del Consejo de Ministros. El presidente del Gobierno puso su firma, hace algún tiempo, a una publicación titulada Manual de resistencia. Es un buen título, es el título que podría poner el pueblo español a su propia historia en relación con muchos de los gobiernos que soportó. De nuevo, los españoles demostrarán que nadie sabe más de resistencia que ellos. No es del pueblo de quien cabe dudar de que dará la talla también en esta ocasión; ojalá esta vez el Gobierno esté a la altura del pueblo, así en la crisis sanitaria que sufrimos como en la crisis económica que traerá asociada. J.F. Kennedy resumió hace ya un montón de años cuál, como sociedad, debe siempre ser el espíritu general y especialmente en coyunturas como la actual: «No preguntes qué puede hacer tu país por ti… Pregunta qué puedes hacer por tu país». Algunos le llaman patriotismo, pero esa, tratándose de España, es otra historia.