Cuando el poder teme la verdad como un acto revolucionario
Enrique G. Souto
Lugo, 25 de abril de 2020
“En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. La afirmación de George Orwell cobra hoy plena vigencia. La crisis sanitaria revela hasta qué punto, por pura comodidad, la aceptación generalizada y durante años de la mentira disfrazada, lo que se ha venido denominando posverdad, ha dejado incapacitada a gran parte de la ciudadanía para entender la libertad como un bien radical. Orwell también dijo que “si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también corrompe el pensamiento”. Y así se demuestra una vez más y en una situación que es el sueño de cualquier totalitario megalómano: con una gran parte de la población mundial enclaustrada y mantenida bajo control mediante tecnología de uso intensivo. En España, sin apenas reacción ciudadana, miembros del Gobierno han explicitado, ante la ciudadanía sometida a una singular forma de arresto domiciliario, sus deseos de control de los medios de comunicación privados y de intervención en las redes sociales, mientras ponen la vista en los modelos tecnológicos de dominación de la población aplicados en China, probablemente la peor y más invasiva dictadura que han conocido los tiempos.
La mentira lo envuelve todo en cuanto tiene relación con la pandemia. Desde el origen de la epidemia al número de muertos debidos al covid-19. Todo es una gran mentira, de alcance mundial, que probablemente nunca será debidamente aclarada. Hay en juego demasiados intereses geoestratégicos (políticos, económicos, militares…) como para permitir que triunfe el acto revolucionario que es la verdad. De entre las mentiras varias sobre el origen de la pandemia, quedará para regocijo de la posteridad la ridícula historia de la culpabilidad del inocente pangolín. De cómo se dificultó atajar el desastre, por puro cálculo de estrategia política, y de las responsabilidades derivadas de ello se hablará mucho en el futuro inmediato. Es probable que las pilas de cadáveres que ha generado la deficiente gestión de la pandemia provoquen un alud de iniciativas judiciales; en medio del mar de mentiras y medias verdades de alcance transnacional que rodean todo lo que tiene que ver con la epidemia, no es probable que la acción judicial produzca efectos de amplio espectro sanitario en los modos y modelos de gobernanza que hicieron más fácil el desastre. Solo una amplia reacción ciudadana que complementase la vía judicial en defensa de libertades básicas, cercenadas sin oposición durante la pandemia, podría romper la tendencia del poder a establecer limitaciones a la libertad individual: de movimientos, privacidad, expresión, información y opinión. Porque eso es lo que está en juego; quienes ejercen el poder saben que pilotan masas que son el fruto de lo que diseñaron mediante una educación perversa, sostenida a lo largo de décadas, generadora de una sociedad reblandecida, egoísta, tan comunicada en Red como físicamente desconectada e incapaz de defenderse. Una sociedad basada en la mentira, que acabó por aceptar, primero, y entronizar, después, la posverdad, y así, como avisó Orwell, impulsando la corrupción del lenguaje, el poder impulsó la corrupción del pensamiento. Y entonces llegó covid-19 y creó las condiciones ideales para los que desde el poder quieren recortar las libertades individuales. El filósofo Emilio Lledó ha dicho que “la libertad de expresión es fundamental, pero lo que verdaderamente importa es que haya libertad de pensar”. Y así lo cree el cronista, pero, eso sí, sin perder de vista la afirmación de Orwell, ya reseñada, acerca de lenguaje y pensamiento. El terremoto que es la pandemia provocada por covid-19 pone de manifiesto de modo descarnado cómo el Poder está dispuesto a recoger, en esta coyuntura, el fruto de docilidad ciudadana que sembró durante años en los campos de la educación, el ocio, la tecnología, etcétera. A los ciudadanos les toca defender los derechos conquistados casi siempre con sangre, sudor y lágrimas. Si no son capaces de hacerlo, si el miedo y/o la molicie los llevan a renunciar a la libertad en aras de una falsa seguridad, triunfara de modo absoluto el Gran Hermano. Orwell dejó dicho que “cuanto más se desvíe una sociedad de la verdad, más odiará a aquellos que la proclaman”.