Más industria, más libres

Enrique G. Souto

Lugo, 31 de mayo de 2020

Al inglés G. K. Chesterton, tan brillante como cáustico, se le atribuye con frecuencia la afirmación de que “lo característico del comunismo es que reforma al carterista prohibiendo los bolsillos”. Es una convicción a la que es más fácil llegar cada día transcurrido desde que Pablo Iglesias entró en el Gobierno de España, dispuesto, según parece, a crear las condiciones necesarias para desmontar el modelo político-social al que da forma legal la Constitución Española. Y el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, parece dispuesto a asumir como propia la estrategia podemita de acabar con los bolsillos de los demás, a cambio de mantenerse en el cargo. Solo así se puede entender la inacción del Gobierno que dio pie a los graves daños que suponen para la economía española la marcha de Nissan de Barcelona o el riesgo de cierre de Alcoa en A Mariña de Lugo. Solo así, desde la singular fórmula expuesta por Chesterton, se pueden entender proyectos de ley que constituyen claras amenazas para el tejido industrial.

Para los que gustan de las sociedades subvencionadas, y, por tanto, dóciles a la zanahoria y propensas a la sumisión, el bolsillo de los demás es un molesto aditamento. Sin bolsillo, tendida la mano, en gesto mendicante, para recoger el óbolo estatal, sabe el donante que solo tiene el ciudadano domado lo que el Estado le da. El problema de Iglesias, y, por añadidura, de Sánchez es que los españoles (ellos y ellas, incluso con frecuencia más ellas que ellos) no son ciudadanos fácilmente domables. Lo han demostrado hasta la saciedad a lo largo de la historia. Se equivocan los que creen, como parece desprenderse del relato que van enhebrando, que con regar el país de óbolos y dádivas conseguirán sin resistencia el cambio de modelo político-social para el que juegan con Sánchez como el titiritero con su títere. Ya puede Sánchez conseguir una prórroga más del estado de alarma y usar a su gusto los recursos que le otorga, que no verá cumplidos los objetivos de su socio.

Iglesias y Sánchez, Sánchez e Iglesias, están, o así parece, embarcados en una estrategia de tensionado de la sociedad, claramente encaminada a crear las condiciones en las que se dispara el número de los sin bolsillos. No dudan en ocultar al Rey (lo del peculiar día de las Fuerzas Armadas solo fue una nota más en este proceder) ni se lo piensan dos veces antes de tomar decisiones con las que tratan inútilmente (su desconocimiento de los valores militares es oceánico) de tensar a la Guardia Civil. Son solo dos muestras de una forma de actuar que tienen su correlato en otros ámbitos, siempre con efectos corrosivos sobre el sistema. Cuentan para ello con abundantes y fieles escuderos, bien pagados los unos, extraídos los otros de las crecientes filas de los sin bolsillos, que propagan por las redes los relatos que interesan al sanchismo y al pablismo. Lo sorprendente es que en las filas socialistas hay ellos y ellas que, aterrizados en el cargo público procedentes de la sociedad mejor instalada, con absoluto desconocimiento de qué es el PSOE, de su historia, de sus líderes y hasta de su discurso más elemental son los más correosos defensores de Sánchez. Y manejan con soltura la voz “facha” dedicada a quien, ni manso ni silente, dice sus propias verdades y reniega de quien oculta al Rey, provoca a la Guardia Civil, empobrece al país y busca una sociedad de gentes subvencionadas y dependientes. Santiago Carrillo recordó en más de una ocasión que “quien primero planteó la necesidad de superar la Guerra Civil y la reconciliación de los españoles fue el PCE”. Pues mira por dónde ahora resulta que hay quien busca en la tensión y en el enfrentamiento social el caldo de cultivo en el que creen que pueden tener un futuro político en España, que saben que, de otro modo, no tienen. Muchos han llegado en los últimos meses a la misma conclusión que llegó hace ya mucho tiempo la escritora Doris Lessing: “(…) hay algo en la naturaleza misma del comunismo que engendra falsedad, que hace que la gente mienta y distorsione las cosas”. Lo necesitan para conseguir sociedades de sin bolsillos, dóciles a la espera del óbolo estatal.