Miguel Fernández, alcalde de Lugo por accidente, con el agua al cuello

Enrique G. Souto
Lugo, abril, 2025
Lugo, ciudad chiquita de historia enorme, tuvo, poco tiempo atrás, un alcalde que venía de Tierno y de Camus y fue una ciudad que, por unos pocos años, creyó en sí misma y pareció crecer feliz. Hoy, Lugo vive en la hora del desánimo; en el desánimo al que la condujeron los incompetentes herederos de aquel Tierno a lo lucense. La ciudad vegeta, catatónica, bajo la batuta reciente, municipal y espesa de un lucense descorbatado, al que la alcaldía le cayó encima como caen los rayos, inesperados, violentos y, a veces, mortales, al menos políticamente. Y ahora, en este tiempo de desánimo, hasta el agua, el agua de la traída, esa que sale del grifo, pone en evidencia que después del alcalde tiernista, gracias a su mismo y cainita partido, el PSOE, en Lugo todo es caos, desorden y avería. Sí, en Lugo todo es fallo y disfunción. Un descontrol por el que el agua de la traída se quedó, al menos durante unos días, sin cloro de transporte, por obra de lo que parece (igual no lo es, pero, parecer, parece) una dejación de funciones de incompetentes municipales de nómina y cargo político.
El agua, el suministro de agua potable, es competencia básica y obligatoria del Ayuntamiento. Potable y sanitariamente segura (más: el servicio tiene que ser prestado con asequibilidad, continuidad y calidad). Así tiene que ser el agua que suministra el Ayuntamiento, bajo la dirección del alcalde, ahora Miguel Fernández, ese señor de cargo reciente, que luce descorbatado y como acabado de llegar a la partida de tute o dominó. Y si el agua de la traída, cuando la analizan, marca cero en el control de cloro de transporte (su ausencia vulnera la normativa e indica, dicho en español entendible, posibilidad de riesgo sanitario), el que manda en el Concello tiene responsabilidad, mucha responsabilidad, no solo política, incluso puede tener responsabilidad legal. Un alcalde descorbatado no tiene por qué ser un alcalde irresponsable, pero un alcalde al que el agua de la traída se le queda sin cloro de transporte parece un alcalde poco responsable.
Objetivo
Para la oposición, el alcalde al que el al agua de la traída se le queda sin cloro en la red es un alcalde a batir, un alcalde a poner bajo la lupa política, judicial y de los medios de comunicación. Ahora, la oposición, en un asunto transcendente como este, tiene ocasión de demostrar cuánto le importan los lucenses, la salud de los lucenses. El PP, que es la oposición municipal, está obligado a dar, y dará, el do de pecho, tiene que dar la medida de lo que es capaz de hacer y demostrar qué puede ofrecer a los lucenses. Déjense los populares de florituras y muestren si tienen lo que tienen que tener (proyecto y agallas) para trabajar por Lugo, por la mejora de sus servicios y, señaladamente, por la mejora del abastecimiento de agua, prestación tan básica y necesaria.
Orozco, que fue Tierno en versión local y sin la teta de Estrada, dio a Lugo una potabilizadora moderna, eficaz y segura. Los que le sucedieron, que son o fueron de los suyos, aquejados del mal de los traidorzuelos políticos, fueron incapaces en más de una década de poner al día el contrato de gestión de las plantas potabilizadora y depuradora. Y los lucenses les dejan seguir gobernando su ciudad, con el apoyo del aldeanismo extremo que es el nacionalismo. Bien, tengan pues los empadronados lo que quieren y disfruten de lo votado y de lo no votado.
Tierno, vestido de antigualla, era, en expresión de Umbral, epítome de modernidad. Orozco, alcalde de corbata y abrazo rápido, tiernista y admirador de Camus, puso a Lugo, con luces y no pocas sombras, en el mapa de la política española; sus sucesores, los sucesores sin corbata de Orozco, de su mismo partido, han hecho de Lugo una ciudad catatónica y caótica. La traída de agua que algunos días se queda sin cloro de transporte en los extremos es un claro ejemplo. El alcalde de Lugo por accidente, reciente, ajeno a la corbata, brumoso e incierto debe recordar con frecuencia el aviso de Tierno Galván: “El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado o estalla”. Orozco, al que Fernández asegura admirar, le diría lo mismo al alcalde que vive aún en tiempo de desvirgue. En resumen, lo de la falta de cloro en el agua de la traída es asunto políticamente explosivo. Y el PP, con buen criterio, aviva la mecha. Es de esperar que los populares recuerden a Fraga: “No hay nada fácil en política. Y hay mucha gente que cree que se puede improvisar, pero no se puede improvisar. Hay que tener muy pensado a dónde se quiere ir.” Ya que el partido del alcalde por accidente (PSOE) ha dejado claro que, en Lugo, no sabe a dónde quiere ir, al PP le corresponde demostrar que sí lo sabe. También en materia de abastecimiento de agua. Lugo, ciudad chiquita y de historia enorme, precisa pilotos que sepan a dónde quieren ir.