Una hora con:

Julio Reboredo Pazos

Un lucense de San Marcos que ilumina la historia de Lugo con su rigurosa e indesmayable investigación sobre la ciudad y sus gentes

Enrique G. Souto

En sus libros y en sus artículos está recogida, de modo muy riguroso y ameno, una parte de la historia de Lugo, fundamentalmente esa parte de la historia de la ciudad que configura, en el transcurrir de los últimos siglos, la urbe de hoy. Julio Reboredo Pazos (Lugo, 1953), licenciado en Historia y profesor en esta materia en Educación Secundaria, es un investigador incansable que, en numerosas publicaciones, arrojó luz sobre aspectos desconocidos o poco conocidos del pasado de Lugo. Y va a seguir haciéndolo. Recientemente presentó Proyectos para el hospital de Isabel II, el Instituto de 2ª Enseñanza y la Diputación Provincial de Lugo, libro cuya autoría comparte con María Jesús Regueiro, y pronto verá la luz un artículo sobre uno de esos personajes singulares que formaron parte del paisaje y del paisanaje lucense: Trangallada, es decir, Francisco Calderón Fernández, al que –como explica Reboredo- le llamaban «el periodista» porque en una foto lleva un periódico bajo el brazo. De esto, y de algunas cosas más siempre de notable interés para quienes gustan de conocer el pasado de la ciudad, habla este historiador en la entrevista para este blog.

Pregunta. Uno tiene la impresión de que desde los años 80 del siglo pasado se avanzó mucho en la investigación de la historia de Lugo, fundamentalmente desde el punto de vista arqueológico, del pasado romano de Lugo. Pero la historia de Lugo no es solo romana. ¿Queda mucho por hacer?

Respuesta. El Lugo actual no se explica por los romanos, o no solo por los romanos; se explica fundamentalmente desde finales del siglo XVIII y hasta hoy. Buena prueba de ello es la calle San Marcos, una vía del XIX, que era un camino y se convierte en calle con todo lo que eso supone, incluido el comercio, cuando quieren traer para aquí el hospital de Isabel II. Eso sí que es un verdadero bum inmobiliario. La primera casa de las que hay con galería se construye en 1875 y, en 1879, sólo cuatro años más tarde, únicamente faltaba por construir la de la esquina. Y era el siglo XIX, en el que no se construía como ahora. El Lugo que vemos no es el Lugo romano, que ciertamente es fundamental, porque si no llega a ser por ellos igual no existíamos como ciudad.

P. Es un hecho, a mí modo ver, que una gran parte de la historia de la ciudad está sin escribir, pese a que algo se avanzó en los últimos años.

R. Entendiendo por historia desde el XIX hasta ahora, es así. Hay muy poco publicado sobre eso. Quiero aclarar que es una expresión mal utilizada esta de historia de la ciudad; yo creo que en los tiempos que corren esa época ya pasó. Ahora hay que hacer la ciudad en la historia. Además de darle importancia al edificio en sí, hay que situarlo en el contexto estatal y en su contexto mundial. Eso es lo que hice en el libro sobre la calle San Marcos; es lo que se llama microhistoria. Ves una calle de Lugo y estás viendo cómo la Guerra Mundial se refleja en la calle San Marcos y, al revés, como en la calle San Marcos se ve la Guerra Mundial.  La historia es literatura a primera vista; la lees, por eso es importante escribir para que te entiendan y que sea atractivo.

P. ¿En qué proyectos está embarcado?

R. Quiero hacer algo sobre los inicios del turismo en Lugo. Creo que, en general, hay que desbancar esa idea de que el turismo empieza cuando la gente viene a los grandes acontecimientos, como la exposición regional y así; no, la gente, cuando venía a la exposición regional, venía a la exposición regional y no a hacer turismo. Me refiero al turismo como mercantilización del ocio y para que haya esto lo primero que tiene que haber es ocio, y eso, cuando se trabaja de sol a sol y de domingo a domingo, es muy difícil. Tiene que haber dinero. Y eso sucede a partir de la primera guerra mundial y aun así con limitaciones tremendas. 

P. ¿Cuándo, según su visión, se puede situar el inicio del turismo como tal?

R. El fenómeno del turismo empieza a finales de los años 20. Un dato significativo: en 1928 se construye el primer Parador, el de Gredos. Es indicativo. En 1928 el Hotel Méndez Núñez se amplía y moderniza, y hacen postales de propaganda. En Lugo tiene una manifestación muy interesante cuando se crean los centros de iniciativas y turismo, a lo que aquí se le acabará llamando el Club Fluvial, que en 1935 compra un molino en el río y al año siguiente Maquieira hace el proyecto.

P. Acaba de presentar la reedición del libro sobre el edificio de la Diputación Provincial, del que es coautora María Jesús Regueiro Burgo. ¿Por qué esta reedición?

R. La primera edición se hizo cuando aparecieron los primeros planos de la Diputación, que estaba desaparecidos, porque estaban dónde no debían de estar.  Parece que don Alfredo Vila los cambió de sitio; los metió con los del Hospital de San José, en un expediente que fue a Madrid, volvió y, con los planos dentro, donde decía Hospital de San José. Y allí estuvieron encerrados medio siglo, o algo así. En el momento en el que aparecieron esos planos se cumplía el 150 aniversario del trazado. Hablé con el entonces presidente de la Diputación, José Ramón Gómez Besteiro, y con Antón Bao y les propuse hace un libro, que sirviese como regalo institucional. Se hizo una edición de mil ejemplares, numerados, y se acabaron. Hubo interés en reeditarlo, y ahora se hicieron 500 ejemplares numerados.

P. La imagen que ilustra la portada del libro también tiene su historia. Cuéntela, por favor.

R. Es el fruto de otra casualidad. En la Diputación, en Arquitectura, hay un cuadro, que aparece ahora en la sobrecubierta del libro, que fue donado a la Diputación en 1875. Vaya como homenaje al autor del cuadro y a ver si, a base de haber publicado el libro, se logra que lo restauren. El cuadro fue donado a la Diputación, por un ingeniero; desconozco si trabajaba o no para la institución provincial. Se llamaba José Ozaeta Lara y vino a trabajar a Lugo. Se casó, tuvo hijos y se murió. En 1875 se produce el advenimiento de Alfonso XII. Y el hombre este regaló el cuadro a la Diputación para que lo pusieran en el salón de sesiones. Y allí debió de estar. Pero en el año 1900 hubo un incendio, en el que ardió toda la crujía central; empezó en el desván, donde estaba la vivienda del portero del instituto. Como consecuencia de eso, el cuadro debió de verse afectado, probablemente le cayó agua y quedó arrinconado, sabe Dios dónde. Hasta que un funcionario de la Diputación, de Arquitectura, lo encontró, lo limpió y lo llevó para su despacho.

P. ¿En esto si hay un pequeño cambio en esta edición con respecto a la primera?

 R. Fue interpretado como un proyecto para el Instituto. En la primera edición intuimos lo que era, en la segunda edición lo certificamos. Ya que era el 150 aniversario de la Diputación, propuse la restauración de esta obra. El cuadro tiene un valor testimonial grandísimo, porque en el siglo XIX en Lugo solo hay documentadas dos arquitecturas efímeras, una cuando Isabel II visitó la ciudad (una torre), que está reproducida en un libro. Y el cuadro este representa la Diputación adornada, como se hacía entonces, con velas por las cornisas y con arquitectura efímera delante de la puerta, con una representación de España. El cuadro se adorna también con la simbología de Alfonso XII. Espero que sea restaurado.