Los trenes en Lugo, como los de Neruda, “en la estación, indefensos/sin locomotoras, dormidos”
Lugo, 26 de enero de 2020
Enrique G. Souto
Es cosa sabida que algunos cataclismos históricos tuvieron su origen en asuntos menores que, como ocurre con el aleteo de la mariposa, acabaron provocando acontecimientos de extraordinaria relevancia. La política española está plagada de hechos de gran trascendencia que, en origen, no fueron más que incidentes sin mayor importancia. En Lugo es tan grande la suma de pequeñas, pero continuadas e incómodas, incidencias que sufren los servicios ferroviarios que cabe pensar que acabará por ocurrir algo sonado y con consecuencias relevantes. La sucesión de incidencias vividas en los últimos meses por los viajeros de servicios de largo, medio y corto recorrido es tan larga que solo un Gobierno presidido por alguien como Pedro Sánchez puede no sentirse abochornado y asustado. Sí, asustado, porque alguna de las incidencias pudo tener consecuencias para los pasajeros mucho más serias que retrasos, incomodidades y cabreos. Al cronista no le gusta escribir con frecuencia de un mismo asunto, pero este del deterioro acelerado de las infraestructuras ferroviarias y del material rodante afecta de modo tan serio a Lugo que por esta vez, y sin que siente precedente, repite.
Pocas semanas atrás, la catenaria se desprendió sobre un tren en un túnel próximo a la provincia de Lugo; ni que decir tiene que el tren quedó parado dentro del túnel, hasta que llegó una máquina apta para empujarlo, con el consiguiente sobresalto de los viajeros. Y nadie dio explicaciones públicas, ni pidió disculpas; tampoco dimitió nadie, claro. Antes y después de dicha incidencia, hubo otras; casi a diario y a veces más de una en los servicios que llegan o salen de Lugo. Se ve que para Renfe y ADIF las averías en las infraestructuras y en el material rodante que afectan al noroeste español no tienen mayor importancia. De lo que les importan los viajeros da idea el pertinaz intento, siempre con dura respuesta social, de acabar con la venta presencial de billetes en algunas estaciones.
El estado de la red ferroviaria, de los servicios de viajeros y mercancías, es uno de los mejores indicadores de la salud de un país. En el caso de Galicia, también es así. No hace falta incurrir en la grosería para dejar claramente de manifiesto cuál es la salud de Galicia, en general, pero muy señaladamente de la provincia de Lugo. En esto, como en otros muchos aspectos, la pescadilla se muerde la cola: no se modernizan las infraestructuras ni se renueva el material rodante porque hay pocos usuarios, y hay pocos viajeros porque los servicios que se ofrecen son impresentables. Y ahí entra en juego, o tendría que jugar, el papel equilibrador que le corresponde al Estado. En Lugo ni lo ha jugado ni lo está jugando, ni se espera que lo juegue, más allá de alguna inversión, incluso cuantiosa, para enmascarar su desatención histórica, en esta materia, a esta parte de España. Quienes gobiernan deberían de tentarse la ropa y tomar nota de tanta incidencia, hasta ahora, de escasa envergadura, porque, de no cambiar el actual estado de cosas, acabarán teniéndola. Y entonces puede que ocurra uno de esos seísmos políticos detrás de los que, como enseña la historia, hay una sucesión de pequeñas incidencias. O tal vez no, porque en lo que se refiere a Lugo, del ferrocarril solo se podrá decir lo que escribió Neruda: “Estaban soñando los trenes/ en la estación, indefensos,/ sin locomotoras, dormidos”.