Policía de Galicia, un debate imprudente e innecesario

Lugo, 8 de septiembre de 2019

Enrique G. Souto

Hubo un tiempo, aún no muy lejano, en el que los fontaneros españoles hicieron pública su queja por el uso que del nombre de su profesión se hacía (se sigue haciendo) para denominar a quienes, con más o menos habilidad, se encargan, según alguna definición, de «las cañerías por las que circula el ejercicio de la autoridad». Hoy, los fontaneros, los expertos en tuberías de agua y calefacción, tienen motivos más que sobrados para quejarse de nuevo. Y esta vez, en opinión del cronista, porque muchos de los «otros» fontaneros son unos chapuceros, demuestran una incapacidad tan grande como no pocos de sus asesorados y van camino de sumir al país en una situación de la que será muy difícil salir. Ocurre en todos los frentes de la política y de la gestión pública. Hay asuntos, algunos en apariencia irrelevantes, que ponen de manifiesto hasta qué punto ayudan a atascar las tuberías de la política esos «otros» fontaneros. Después de todo lo que ha llovido y llueve en España a cuenta de nacionalismos e independentismos, aún hay quien se atreve a plantear en sede parlamentaria la conveniencia de crear en Galicia una policía autonómica similar a la Ertzaintza vasca o los Mossos catalanes.

    En un país en el que usar su nombre propio, España, es someterse al riesgo de ser tildado de facha, ahondar en el error histórico que fue la atribución de determinadas competencias a las comunidades autónomas constituye un ejercicio de ignorancia o de estrategia independentista. Puede adornarse con muchos celofanes, pero, en síntesis, de eso se trata, y tan peligrosa es una posibilidad como otra. En Cataluña aún están recientes las imágenes en las que la policía autonómica fue descaradamente utilizada por los independentistas. En Galicia no se da ninguna circunstancia que justifique la reapertura de un debate tan innecesario como peligroso, tan disparatado desde el punto de vista de la seguridad como de la economía y el uso eficiente de los recursos del Estado. Por eso resulta preocupante que, según algún medio, la respuesta dada en comisión parlamentaria por el PP, por boca de Jacobo Moreira, fuese de una tibieza desesperante. «Queremos priorizar», cuentan los cronistas que dijo. ¿Hay que entender que el presidente Feijoo estaría dispuesto a abrir este melón en función de las circunstancias políticas? Porque cabe esa interpretación, que seguramente no pasó desapercibido a los del delirio independentista. Que el diputado tenga un mal día es comprensible, pero los fontaneros están para hacerle llegar, por «las cañerías por las que circula el ejercicio de la autoridad», recordatorios con aspectos sobresalientes del anteayer español.

    El peligro de poner sobre la mesa el debate sobre la policía de Galicia es especialmente grave por el hecho de que sobre el papel, afortunadamente solo sobre el papel, ya existe (Lei de Policía de Galicia, de 2007). Hasta ahora, tanto el PP como el PSOE se limitaron a enredar con este asunto, se dedicaron a inflar y desinflar el globo político de la policía de Galicia según les convino en cada momento. Pero el PSOE de hoy no es el PSOE de ayer; el socialismo pilotado por Pedro Sánchez es un socialismo dispuesto a casi todo para mantenerse en el poder. Y su fontanero de cabecera parece haber perdido el norte de los intereses del país. Por eso es tan importante que los encargados de las cañerías en un partido como el PP estén especialmente despiertos y atentos. En otro caso, bajo el viento del populismo creciente impulsado desde el PSOE, el presidente Feijoo puede verse a no tardar mucho en situación de hacer al diputado Moreira la misma pregunta que Suárez le hizo a su cuñado Lito a la vista del desastre electoral: «¿Y ahora qué hacemos?».