Más Europa, pero más social

Lugo, 11 de mayo de 2019

Enrique G. Souto

«El dinero no es más que poder social, y nada hay en el mundo más difícil de administrar que el poder». Así lo dijo Salvador de Madariaga, uno de los padres del europeísmo, que tenía muy claro que la unidad de Europa, que el ideal europeo, como escribió José María Beneyto, no podía quedar reducido a lo económico o a lo jurídico. Al contrario, debe ser un ideal, señalaba, de una «unidad consciente de vida espiritual». Que, traducido a día de hoy, podría leerse como una Europa social. Quizá porque no es así, quizá porque Europa es la Unión Europea y esta es la Europa de los mercaderes, de los grandes mercaderes, de la cita electoral múltiple del próximo día 26, la correspondiente a las elecciones europeas es la que pasa más desapercibida. ¿Es fruto de la casualidad? No, no lo es; este estado de cosas obedece a razones identificables, razones que conforman una pescadilla que se muerde la cola y que, con frecuencia, lleva a que en algunos ámbitos ciudadanos en vez de ver a Europa como la solución, se la vea como problema. De poco valdrán los manifiestos leídos el pasado jueves, Día de Europa, si no hay un cambio de concepto de la Unión Europea

   Madariaga (1886-1978), diplomático, escritor y ministro en la República, avisó con claridad de los riesgos de la amenaza para Europa de lo que definió como «sus propias tendencias suicidas». Algunos síntomas hay de que tales tendencias han vuelto a aflorar y tienen sus portavoces en la ultraderecha que en distintos países propugna el retorno a las fronteras. La alianza de intereses contrapuestos pone las cosas más fáciles a los que querrían ver a la UE camino del suicidio. Por un lado, a los que manejan los hilos de la macroeconomía les interesa poco que el ciudadano europeo se preocupe especialmente por lo que se cuece en estos ámbitos. Los gobiernos nacionales, por motivos similares aunque impulsados por causas distintas, tampoco sienten una necesidad incontrolable de fomentar el interés de los ciudadanos por Europa. Y así están las cosas como están. Los partidos echan el resto en el esfuerzo electoral para las municipales y las autonómicas, pero las europeas, bueno, las europeas son otra cosa. Por eso, a una gran parte de la población española la resulta muy difícil, sino imposible, citar el nombre de alguno de los eurodiputados que representan a su patria en el Parlamento europeo.

   Hasta que el viernes comenzó la campaña electoral, poco o nada se había hablado en Lugo de las elecciones europeas. Poco o muy poco se hablará durante la campaña. Es indiscutible la relevancia de las elecciones locales y de las autonómicas allí donde se celebran; pero no lo es menos que las decisiones que se toman en Europa afectan de modo directo a todos los ciudadanos españoles. Por si no lo saben o lo han olvidado, cabe recordar que, en la legislatura que terminó, por el Parlamento pasaron cuestiones como el fin del roaming y de los plásticos de usar y tirar, así como el registro de datos de los pasajeros de aviones. A corto plazo tendrá que abordar asuntos como la política de asilo de la UE. Las elecciones europeas tienen tanta relevancia para los ciudadanos españoles como puedan tenerla las municipales y las autonómicas.

    Las reflexiones de Madariaga sobre Europa siguen vigentes. Tiene plena actualidad su apunte acerca de que la europeización de España y la «españolización» de Europa tienen que moverse en sentido convergente. Que sea posible o no dependerá en buena parte de quiénes sean elegidos el próximo día 26. Madariaga también aviso de que los déspotas buscan siempre el medio de destruir las instituciones. El voto es el mejor medio de frenar a los déspotas que ya asoman la oreja en Europa y definir una UE de espíritu social. ¿o no?