Política: del posibilismo a la falta de ideal

Lugo, 23 de marzo de 2019

Enrique G. Souto

A Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) se atribuye haber aclarado que «la política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible». La política, sí, es posibilismo. Pero eso es una cosa, y otra cosa muy distinta es hacer lo que va saliendo, lo que está a salto de mata de la ocurrencia mañanera; la respuesta al tuit ingenioso, la reacción frente a la crítica mediática o al rugir del manifestódromo. La política hace tiempo que dejó de ser posibilismo, hace mucho que ya no es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible. Y por qué; ¿por qué ya no? La respuesta: porque se ha perdido el elemento primordial de la premisa: el ideal.

   Los partidos, en su desesperada búsqueda del voto que los lleve a disfrutar de las mieles del poder, han perdido el ideal, lo han diluido en una cadena de fichajes sin ideales. Qué ideal pueden aportar, cabe preguntarse, al PSOE independientes que lo mismo podrían estar en el PP o en Ciudadanos. ¿Aportan ideal? ¿Comparten siquiera el ideario del partido? No; qué van a compartir, si lo desconocen. Y qué ideal pueden compartir, por igual motivo, los improvisados fichajes del PP y de Ciudadanos. Y no menos clara es la cosa en Podemos y las varias mareas, donde ni siquiera entre los fundadores existe una idea concreta y coincidente de qué quieren lograr, además del poder, claro.

  Conviene estudiar lo general a partir de lo local. A ver si usted, escuchante o lector, es capaz de entender cómo es posible que en el Ayuntamiento de Lugo la prestación de una gran parte de los servicios esté en manos de empresas privadas por decisión del PSOE, mientras el PP reclama la remunicipalización de algunos de ellos. Es seguro que no lo entiende; yo tampoco. O sí lo entendemos y por eso esperamos a ver cómo se resuelve la causa Pokémon. El caso es que, el partido más representativo de la izquierda, privatiza, mientras la derecha, que es el PP, con su sector liberal y Aguirre, aboga por la remunicipalización de servicios. Ver para creer a dónde llega la confusión del ideal en el desempeño de la política. En ella, como avisó Cánovas, «los optimistas, llenos de fútiles pensamientos y poseídos de esperanzas insubstanciales, siembran de ordinario la inútil semilla que produce la mala hierba. Los pesimistas achican y entristecen la vida, pero no la corrompen». Y así están las cosas, los optimistas, sin ningún motivo especial para serlo, señaladamente en lo que atañe a sus propias capacidades, se han instalado en la política, desde lo local a lo nacional, y la mala hierba se ha extendido: corrupción, tensión social hasta límites peligrosos (véanse sino las redes sociales), resurgir de la izquierda y la derecha radicales, riesgo de colapso de prestaciones esenciales (pensiones) y un largo etcétera.    La política, sí, hace tiempo que dejó de ser el arte de lo posible, para convertirse en otra cosa. En esta cosa que nos hemos dado y que es causa de sobresalto para el común de los ciudadanos. Por ahora aún es el arte de la guerra por otros medios. Pero hay quien parece que trabaja para que deje de ser así, olvidando lo que el conservador Cánovas puso negro sobre blanco: «Aquel que en la doctrina es adversario, no es ni debe ser por eso enemigo personal». ¿O no?